Una pequeña historia, una experiencia de vida, un viaje placentero...¡en fin!, pueden ser muchos los títulos para esto. Pero elegí "Dos amigos que vuelven a hacer lo que más les gusta: viajar"...
Y los puntos suspensivos dejan abierta la historia, porque no será si Dios quiere el último viaje. Se trata de dos viejos amigos, que caminan juntos por la vida, ya sea trabajando, paseando, viajando o haciendo lo que sea desde hace ya casi 22 años. Dos amigos de la vida que han compartido cientos de miles de kms. de alegrías, tristezas, en fin: vivencias.
Uno es un noble producto de la vieja Ika-Renault, luego Renault Argentina, el otro es un tipo ya de casi 50 años que todavía se emociona como un chico cuando sabe que va a hacer un viaje con su amigo.
Este hombre lo venía planeando lentamente. Venía revisando concienzudamente su auto, ahora equipado con un "aggiornado" motor, buenas cubiertas, tapizados nuevos, instrumental extra. ¡Hasta tenía listos sus viejos guantes de cuero con los dedos cortados!. No harían el viaje solos. Irían acompañados por otros dos compañeros de ruta. La hija del hombre y su novio. Claro, la chica ya sabía de qué se trataba esto porque sabe de la pasión de su padre por ese auto. El muchacho no.
El joven iba a convertirse en un excelente compañero de viaje. Antes de la partida contaban que en la oficina cuando decían que se iban de viaje el fin de semana, sus compañeros les preguntaban en qué se iban. "En Torino", respondía ella. Los muchachos no entendían cómo hoy en 2013, alguien podía osar viajar con un automóvil del siglo pasado, con muchos años encima. Y la chica les mostró una página de internet donde se juntaban estos "locos" seguidores de la marca. Y les mostró: "es este el auto de mi papá".
El hombre tenía todo listo. En el baúl del auto no cabía nada más. Pero no de equipaje. Sabedor de las famosas "Leyes de Murphy", tenía de todo en el baúl de su amigo de fierro. Desde todo tipo de líquidos y fluídos necesarios para el correcto funcionamiento de la unidad, hasta compresor de aire, todo tipo de herramientas, tubos, llaves, torquímetro, etc. No había colocado los limpiaparabrisas, cuyo motor era nuevo y a estrenar. Pensaba: "no quiero sentir ese chiflete que hace el viento con ellos". A las 21:05 de aquel viernes 4 de enero de 2013 se dirigieron los tres al garage, convertido en templo donde habitaba aquella emblemática máquina. Ya en la calle notó que del cielo caían algunas gotitas, así que decidió colocar ambos limpiaparabrisas. ¡¡Hizo bien!!.
Apenas pasadas las 21:20 hs, salieron los cuatro de la cochera, con rumbo a algún lugar de la costa atlántica. Saliendo del lugar, apuntaban a llegar a la Avenida General Paz, por la Avenida de los Constituyentes, y las gotas ya caían sobre el parabrisas, pero no daba para encenderlo. Ya de noche, tránsito típico de Buenos Aires en estas fechas, apuntaron hacia la Autopista 25 de Mayo, que tomarían en Liniers. A esa altura la lluvia era más que intensa, y de a ratos el hombre prendia los limpia-parabrisas. Había un tránsito medianamente intenso, dado que era viernes a la noche y mucha gente viaja a Mar del Plata u otros destinos por el fin de semana. El hombre iba lentamente acomodándose en su puesto de "timonel" de la nave. ¡Claro, la tormenta hacía parecer la situación como un barco en medio de tremenda tempestad!. Ya en la autopista que va de Buenos Aires a La Plata, los charcos que se formaban en el carril rápido hacían que de repente al levantar esa agua el Torino, quedaron a ciegas. La intensidad de la lluvia no cesaba. Así fueron llegando a la Autovía "Juan Manuel Fangio" en una noche cerrada, de vez en cuando iluminada por rayos, relámpagos, y algún trueno que matizaba la noche. La velocidad era la aconsejada para la circunstancias. Lo más normal era transitar entre 75 y 95 kph., pero en algún momento pudieron superar los 120 kph. Harían escala en la estación YPF ubicada en el Km. 203, en la localidad de Dolores. Se notaba en los automovilistas cierta sorpresa cuando veían pasar la nave proveniente de Villa Urquiza. Desde poderosos Audi, que hacían caso omiso a peticiones de paso vía señales lumínicas, a poderosas camionetas 4 x 4, desacostumbrados a que alguien les diga que se corran que quieren pasar. ¡¡¡Así se maneja hoy día!!!. La nave se hacía a un lado cuando alguien cortezmente lo pedía. Todo iba sin novedad a bordo del Torino, apodado "La Leyenda" por su dueño. Temperatura muy baja, presión de aceite siempre arriba de los 4 kg., temperatura de aceite que apenitas si pasaba de los 70º en algún momento. Solo le quedaba la duda al piloto sobre la sonda que marca la riqueza de la mezcla que en un momento dejó de marcar. La aguja del tanque de combustible no parecía caer con la fuerza típica en estos autos. Parecía un consumo contenido.
Llegaron a Dolores pasada la medianoche. El hombre dejó el auto bajo techo, se sacó los guantes, y bajó a tomar y comer algo, mientras su nave descansaba. En un momento cayó un tremendo rayo que dejó sin luz el lugar. Fueron unos 10" con todo a oscuras. Luego fue volviendo a la normalidad. Comieron algo, luego un café ambos hombres. El hombre fue a controlar su máquina. Le agregó algo de aceite. Le cargó $ 100 de nafta Premium, algo así como 13,5 lts. Siguieron su viaje, pensando que en algún momento dejaría de llover.
En dolores, doblaron a la izquierda por la RP 63. La lluvía seguía con tremenda intensidad. En una de las rotondas estuvieron cerca de atropellar a un gran perro que cruzaba la ruta como si fuera el patio de su casa. Allá fueron rumbo al paraje "Esquina de Croto". Llegaron rápidamente. Ya se podía crucerear arriba de los 100 kph. El tránsito seguía intenso, y la lluvia más aún. Por momentos se quedaba a ciegas. Las marcas en estas rutas suelen no ser de las mejores, y ahí se depende de la pericia y experiencia del piloto. Pero estos dos amigos, ya tenían muchas experiencias anteriores como ésta.
Así iba pasando el viaje. Donde se abre la RP 56 con destino a PInamar, ellos siguieron por la RP 11, dirección General Lavalle-San Clemente del Tuyú. Ese tramo es el que hace las delicias de estos amigos. 40 kms. de ruta tradicional, de ida y vuelta como suele llamarla el hombre de los guantes de cuero. Ahí es donde la experiencia hace la diferencia. Y lo mejor era enderezar esa zona de curvones amplios que la señorita del GPS indica como "cuidado, curva peligrosa". Viajaron gran parte de ese tramo de contramano, dibujando el mejor radio de giro, o superando automovilistas. Llegaron sin novedad a la rotonda de San Clemente, donde la nave tomó rumbo sur definitivo. En menos de media hora, estaban llegando a destino. Allá los esperaba la familia el saludo. El hombre puso a su amigo bajo techo, y los dos antes de ir a descansar se miraron, y el hombre volvió a decirle una vez más. "gracias toro...".

La nave apenas llegada, ya bajo techo.
Continuará...