revista Gente dic/71, Juan Carlos Lutteral
Publicado: 17 Sep 2009, 19:56
hace rato q andaba con ganas de publicar esta nota de la revista Gente, q encontre mientras navegaba, y quizas alguien no la vio... cito la fuente: es de la pagina de torinobblanca.com
Articulo Revista Gente Diciembre de 1971
EL AUTO DE PASEO MAS VELOZ DE LA ARGENTINA LLEGA A LOS 235 KM POR HORA, TIENE ADEMAS TELEVISOR, AIRE ACONDICIONADO, BAR, PALANCAS y MANIJAS PSICODELICAS, SUSPENSION CON FUELLES A AIRE, (QUE LE PERMITE REGULAR LA ALTURA A VOLUNTAD) y OTRAS EXQUISITECES.
EL PAPÁ DE ESTA MARAVILLA, JUAN CARLOS LUTTERAL, CASADO, TRES HIJOS, NOS CUENTA COMO LLEGO A CONCEBIR EL DISEÑO AERODINAMICO DEL COMAHUE, UN AUTO QUE YA TRANSITA LAS RUTAS EUROPEAS. LA HISTORIA BIEN PUEDE SER UN EJEMPLO DE CONSTANCIA, TENACIDAD Y FE EN EL PAIS.
LO INVITAMOS: VENGA CON NOSOTROS Y TREPESE A ESTE PORTENTO. DESPUES HABLAMOS.
Una tiene que poner cara de entendida y hacer como que no tiene miedo. En realidad es mentira, porque a 235 km por hora juro que este auto no roza el pavimento: este auto vuela. Usted se da cuenta de esto cuando comprueba que la gente, afuera, bajo el sol y sofocada, es sólo un puntito fugaz que muy pronto desaparece, mientras usted, aquí adentro, se siente un rey (o una reina) con el aire acondicionado, .el televisor al que podrá echarle una miradita de cuando en cuando, el bar, del cual podrá extraer algo fuerte si el miedo llega a ser intolerable, el tapizado de suave cuero de vaca, la palanca de cambios de forma rara, diría una forma de estribo, las manijas deportivas, la suspensión con fuelles a aire que regulan la altura del auto a voluntad (por algo yo decía que este auto vuela), y sobre todo con el entusiasmo, la tenacidad, la vitalidad del papá de esta maravilla, Juan Carlos Lutteral, 39 años, casado, tres hijos, de ascendencia irlandesa. El papá, que lo maneja, le ha dado el nombre al hijo: Comahue. Y el hijo es modelo, le obedece en todo: frena bruscamente cuando papá se lo ordena, gira sin tambalearse, hará oír modernos cassettes cuando papá decide escuchar música. La gente se detiene a mirar al niño, porque tiene colores muy vivos: naranja, verde, lila, rojo o azul, siempre con rayas negras. Como todo papá del mundo, Lutteral está orgulloso de su hijo: no sólo por el sacrificio que le costó darle la vida sino por que todo el mundo le dice que su bebé es el más veloz de la Argentina, y el más hermoso, y el más admirado de Europa, y porque el bebé tiene 299 hermanitos más que recorren la ciudad despertando idéntica ola de admiración. Claro, uno no puede olvidar que son 235 Km. por hora. ..¿Pero cómo decírselo? ¿Cómo decirle al papá que uno tiene miedo del hijo?
Todavía no lo puedo creer, ¿te das cuenta? Me parece mentira que este auto sea creación mía. Siempre fui un loco de los automóviles, pero nunca pensé llegar a esto. Este auto es una aventura como cualquier otra. Como la que, a los 19 años, decidí emprender con un amigo, abandonando el cuarto año en el nacional de San Isidro. Mi amigo es Heriberto Becker, y me dijo que sí cuando le propuse ir a la Patagonia a trabajar en una estancia. Nos fuimos en el vapor Asturiano con $ 3.500 en el bolsillo. Nos pasamos 8 horas diarias señalando ovejas, haciendo rodeos, esquilando. Terminábamos sucios, llenos de sangre. Nos cansamos y nos fuimos a Chile. En la cordillera nos perdimos. Mi padre se enteró por "La Razón"; "Dos jóvenes raidistas se perdieron. Gendarmería los está buscando intensamente". En Chile estuve un año, también trabajando en la esquila. Creó que todas estas experiencias me sirvieron después. Es decir, aprendí a no tenerle miedo a las dificultades. Después, de vuelta en Buenos Aires, me casé y senté cabeza. No mucho, pero busqué un trabajo estable: entré como gerente de Ventas en una Concesionaria IKA de Constitución. Un tiempo después fundió y yo me quedé sin un peso. Hace siete años de esto. Entonces se me ocurrió otra idea loca: comprar esa misma concesionaria al dueño, que estaba sepultado de deudas. Te repito: no tenía un peso. Pero en marzo de 1964 James Mac Cloud me dijo que sí, tuvo confianza en mí y me dio la concesión. Mac Cloud es un hombre a quien no quiero olvidar nunca, nunca. Creo que sin ese primer acto suyo de fe nunca hubiera podido hacer un nombre serio en la industria automotriz, y menos llegar al Comahue. El Comahue. ..; no me dijiste si te gusta. ..
-Y..., sí..., gustar, me gusta..., pero, ¿no podríamos ir más lento?...
-Eh, no me digas que tenés miedo...; ya llegamos, no te aflijas, no pasa nada, es un auto seguro, muy seguro...; tenés que acostumbrarte no más...
La casa queda en las Lomas de San Isidro. Tiene robles, álamos plateados, alcanfores y olmos que dan sombra a la pileta de natación, a la casa baja y blanca, rodeada de galerías. En la casa está Sonia Ruiz Palmer, la mujer que se casó con Juan Carlos Lutteral hace 16 años, cuando él vendía fertilizantes en la zona de Cuyo. También están los hijos: Patricia (15), Juan Martín (13), Alejandra (12), el perro, Nicafé, y tres gatos. Buena parte de las cosas que hay en la casa -empezando por la casa misma- fueron diseñadas por el papá del Comahue, que parece hacer del buen gusto su única profesión. En algún rincón de su escritorio hay apuntes de un libro sobre investigación histórica que está preparando. Se llamará: "La culpa de todo la tienen los gallegos", o "Por qué somos así". Ni bien llega se lanza a la pileta: la natación le puede hacer perder los mejores programas del mundo. Yo me crié en Olivos, casi en el agua. Había un tipo, a quien todos nosotros llamábamos "El tiburón de Olivos", que me llevaba en su canoa y me largaba en medio del río. Ahí me dejaba y me decía: "Ahora volvé". Yo tenía 12 años y él se llamaba Valerga Curel.
Fue quizá en esa época que empezó a jugar al rugby en Olivos Rugby, un poco porque todos los amigos lo hacían, otro poco porque estaba de moda. Dejó a los 18 años, accidentado. Después entró en el análisis. "Soy un poco pionero del análisis. Hace 10 años que voy. Para mí ya es una rutina como ir a los baños turcos, lo necesito para vivir. Vivimos rodeados de tensiones y no es fácil. Quiero decir, a cada momento te dan bofetadas, y sí no hacés cosas "te morfan". El análisis me tranquiliza...”
No fuma ni pierde jamás el buen humor. Tampoco jamás descansa: siempre está pensando en cosas nuevas, se entusiasma con ideas y proyectos. "Hay que ir para adelante, siempre para adelante..." Es muy fácil darle menos edad, y sin embargo sus 39 años fueron bien aprovechados. Casi podría ser un ejemplo si no fuera porque él le resta toda importancia al asunto, y bromea. Bromea siempre.
Como las deudas eran muchas, tomé un abogado joven, Oscar Silvetti, recién recibido, para que me atendiera los 35 juicios laborales que había en la concesionaria por falta de pagos. Había más de 28 millones de deudas. Yo la compré con seis millones y salí a flote. Pero fue duro, muy duro. Hasta que en 1967 apareció el Torino. Enseguida que lo vi quedé impactado. Me dije: "Acá está la base para hacer el auto deportivo de tipo internacional". Es como si en mis manos hubiera caído un pura sangre, y fue ahí donde empecé a madurar la idea de hacer carrocerías especiales. Para experimentar formé un equipo de competición que fue el más exitoso de 1967. Lo componían Larry, Rodriguez Canedo y José Manzano. Empecé carrozando uno solo de los autos con esta cola de diseño aerodinámico. Quise experimentar, y como no tenía dinero para poner un departamento de experimentación hice la prueba así. Esa cola, ¿sabés?, agiliza mucho al auto, le permite dar 10 Km. más de velocidad. En 1968 me fui a Italia con Fangio, y allí me presentó a los mejores carroceros italianos: Pininfarina, Bertone, Ghia. Todos viven en los alrededores de Módena, son los carroceros más famosos del mundo. Los llaman "los modistas del automóvil" porque realmente visten al auto. Lo que vi allá no era muy diferente de lo que yo ya llevaba en la cabeza. Sólo me sorprendieron los galpones pequeños en que construyen esas maravillas: no más de 30 obreros. y al año siguiente volví otra vez, y también fui a Inglaterra, donde conseguí la representación para la Argentina de un equipo especial de inyección para el motor. Tuve que mandar un motor Torino y dejarlo allá seis meses. Todo esto lo hice sin dinero. Llenándome de deudas. Y así fue como empecé a fabricar los Comahue. El primero, de color rojo-bordó, se lo vendí al doctor Ricardo Almasqué Dedeu, que ya me compró el segundo Comahue. Era muy diferente de los de ahora. Lo único que tenía igual era la cola. .. Pero fue una aventura. Una aventura que salió bien.
Nuevamente estamos ahora en el auto Que vuela. Es cierto, Lutteral tenía razón: Hay que acostumbrarse, no demasiado, claro, porque después hay Que tener 5 millones para no perder esta costumbre. Cinco millones sin esas pequeñas extras como aire acondicionado, televisor, etc. Una, que sigue haciéndose la entendida, pregunta como al descuido: " ¿y gasta mucha nafta?" Después una se da cuenta: es como preguntarle Onassis si toma colectivo. Pero Lutteral no se inmuta. Responde con seriedad: "Yendo a 140 kph de velocidad da 140 km con 20 litros. Yendo a 180 kph da 100 km con 20 litros". Una está a punto de preguntarle cuánto gasta yendo a 235 kph, pero se detiene a tiempo. Por ahí se acuerda y. .., zas. .., otra vez volando, viendo puntitos que se esfuman, esas cosas...
Minutos después llegamos a la concesionaria. Ahí se encuentra con Silvetti, que ahora es socio suyo en la empresa. Recuerdan viejos tiempos y también se emocionan: en los fondos todavía está el "Club Torino", ahora abandonado y cubierto de polvo, donde alguna vez estuvo Fangio comiendo asado, o Cupeiro, o Di Palma, o Perkins, o Pairetti, donde alguna vez se organizó la ida a Nürburgring, a donde se quedaban hasta las madrugadas de los sábados escuchando los tangos de Enrique Dumas (poseedor de un Comahue) para partir de ahí, todos juntos, a la carrera de Olavarria, o de Pehuajó. El cartel de la pared, que Lutteral lee en voz alta, lo hace lagrimear: .”Para todos aquellos que aprecian cosas bien hechas, / que persigan la excelencia mecánica, / que exijan el buen gusto y la sobriedad, / que amen las altas performances..." Después, para disimular, dirá que ya no hay tiempo para esa bohemia, que las responsabilidades son muchas, pero que ese tiempo era el de mayor fervor tuerca. Un fervor tuerca que seguramente Juan Carlos Lutteral no ha perdido...
Este auto, ¿sabés? , el Comahue, creo que es una negación a todo lo que hay de feo y de pesimista en la vida. Es un alarido de color, de forma, de belleza. Perdoná. Vos creerás que exagero, pero cada día estoy más orgulloso de mi creación. Claro que no me detendré. Ya tengo en mente un auto todavía más loco, es decir, más bajo, más ancho. Cuando yo saqué el Comahue, con Silvetti nos preguntábamos quién podría comprarlo, a quién le podía interesar. Llegamos a la conclusión que podrían ser estancieros o industriales a quienes les gusta ir fuerte. No nos equivocamos: los estancieros son mayoría, pero no los únicos. También hay muchos médicos. Y es lógico: el médico es un hombre que está cargado de tensiones, y el auto es para ellos una compensación a tanto mal. Eso también ocurre en Europa. Pero además hay señoras de más de 50 años que lo tienen, y Monzón, y Locche, y Roberto Galán. Ahora, justamente, el Comahue número 300 se va a Europa con su dueño, el doctor Arturo D'Elia, que allá tiene también un Mercedes Benz. Después tengo clientas como la señora Marian Lindeman, sueca, que vive seis meses allá y seis meses acá. Me lo pidió azul con tapizado gris perla. El azul es porque combina con el color de sus ojos. Hay quien me lo pide con un tapizado especial, como ése que me lo pidió con piel de cebra, tipo sultán. El Comahue es el único auto que tiene precio internacional. Aunque parezca una paradoja es el auto argentino más caro, y sin embargo el que está realmente en precio. Un Comahue vale aquí 5.000 dólares. En los Estados Unidos y en Europa un auto con carrocería especial empieza por los 8.000 dólares, sin hablar de una Maserattí o una Ferrari, que salen 15.000 ó 20.000 dólares. Yo creo que hacer acá estos autos es tener fe en el país. Sí tuviera 20 años no elegiría esta profesión, habría hecho algo como político. Ya soy viejo, tengo 39 años y demasiados compromisos, ya tengo el cinturón de gravedad puesto. Los muy jóvenes son los que ahora pueden largar todo y emprender la tarea de mártires. Yo tengo una familia. Pero hacer lo que yo hago, es también tener fe en el país. No en los argentinos, sino en el país. Los argentinos tienen todavía mucho resentimiento, introversión para comunicarse, miedo a hacer. Tengo fe en un nuevo tipo de argentino que va a nacer, aunque algunos embriones ya andan por ahí. .., es cuestión de creer, como yo creí alguna vez, cuando no tenía dinero y todo era una quimera. Pero eso que te dije de ir para adelante me ayudó, me ayudó siempre... y volvería otra vez a hacerlo. Mejor dicho, lo voy a hacer mil veces más. Alguna vez no embocaré en el balero..., pero intentaré hasta lograrlo. Si hace siete años me hubieras dicho que yo iba a ser dueño de todo esto me hubiera reído de tu ingenuidad..., y ahora quiero llegar a hacer de la Argentina la Módena de América latina. Eh, hace un buen rato no me decís nada de la velocidad. .., ¿qué pasa?
Como los elementales galpones de Módena, éste también tiene sólo 30 obreros y techo de cinc y paredes de ladrillos cubiertas de cal, y es muy humilde. Pero ahí, alineados, están 10 Comahues que son un alarido de color, de forma, de belleza. los 30 obreros trabajan en ellos como si fueran obras de arte. Trabajan como verdaderos artesanos. Salen 15 maravillas como ésta por mes. Dentro de un tiempo serán 30 ó 60 ó 1.000, no sé.
Cuando Juan Carlos Lutteral recorre la hilera y mira a sus hijos, y nota, a simple ojo, la milésima diferencia en una línea, en un color, en una terminación, no está sino repitiendo lo que viene haciendo desde hace siete años. Lo extraño no es que lo haga, sino que lo haga con idéntica emoción, con parecido entusiasmo. Ahora que podría dedicarse a trepar en uno de ellos y volar, volar, volar...
-Lutteral, cuando regresemos..., quiero decir, cuando nos lleves de vuelta a la redacción, ¿podrías ir otra vez a 235, prendernos el televisor y el aire acondicionado y el estéreo? ¿Podríamos tomar un coñac? Es la última vez: no hay peligro de que nos acostumbremos...
Juan Carlos Lutteral, con sus 39 años bien aprovechados, sonríe, nos palmea, nos ofrece manejarlo a nosotros. Carreño dice: no. Yo digo: no, y arrancamos. Estoy segura de que el niño sabe que el que lo maneja es su papá. Por eso vuela tan lindo...
RENEE SAlLAS Fotos: Ernesto Carreño
Articulo Revista Gente Diciembre de 1971
EL AUTO DE PASEO MAS VELOZ DE LA ARGENTINA LLEGA A LOS 235 KM POR HORA, TIENE ADEMAS TELEVISOR, AIRE ACONDICIONADO, BAR, PALANCAS y MANIJAS PSICODELICAS, SUSPENSION CON FUELLES A AIRE, (QUE LE PERMITE REGULAR LA ALTURA A VOLUNTAD) y OTRAS EXQUISITECES.
EL PAPÁ DE ESTA MARAVILLA, JUAN CARLOS LUTTERAL, CASADO, TRES HIJOS, NOS CUENTA COMO LLEGO A CONCEBIR EL DISEÑO AERODINAMICO DEL COMAHUE, UN AUTO QUE YA TRANSITA LAS RUTAS EUROPEAS. LA HISTORIA BIEN PUEDE SER UN EJEMPLO DE CONSTANCIA, TENACIDAD Y FE EN EL PAIS.
LO INVITAMOS: VENGA CON NOSOTROS Y TREPESE A ESTE PORTENTO. DESPUES HABLAMOS.
Una tiene que poner cara de entendida y hacer como que no tiene miedo. En realidad es mentira, porque a 235 km por hora juro que este auto no roza el pavimento: este auto vuela. Usted se da cuenta de esto cuando comprueba que la gente, afuera, bajo el sol y sofocada, es sólo un puntito fugaz que muy pronto desaparece, mientras usted, aquí adentro, se siente un rey (o una reina) con el aire acondicionado, .el televisor al que podrá echarle una miradita de cuando en cuando, el bar, del cual podrá extraer algo fuerte si el miedo llega a ser intolerable, el tapizado de suave cuero de vaca, la palanca de cambios de forma rara, diría una forma de estribo, las manijas deportivas, la suspensión con fuelles a aire que regulan la altura del auto a voluntad (por algo yo decía que este auto vuela), y sobre todo con el entusiasmo, la tenacidad, la vitalidad del papá de esta maravilla, Juan Carlos Lutteral, 39 años, casado, tres hijos, de ascendencia irlandesa. El papá, que lo maneja, le ha dado el nombre al hijo: Comahue. Y el hijo es modelo, le obedece en todo: frena bruscamente cuando papá se lo ordena, gira sin tambalearse, hará oír modernos cassettes cuando papá decide escuchar música. La gente se detiene a mirar al niño, porque tiene colores muy vivos: naranja, verde, lila, rojo o azul, siempre con rayas negras. Como todo papá del mundo, Lutteral está orgulloso de su hijo: no sólo por el sacrificio que le costó darle la vida sino por que todo el mundo le dice que su bebé es el más veloz de la Argentina, y el más hermoso, y el más admirado de Europa, y porque el bebé tiene 299 hermanitos más que recorren la ciudad despertando idéntica ola de admiración. Claro, uno no puede olvidar que son 235 Km. por hora. ..¿Pero cómo decírselo? ¿Cómo decirle al papá que uno tiene miedo del hijo?
Todavía no lo puedo creer, ¿te das cuenta? Me parece mentira que este auto sea creación mía. Siempre fui un loco de los automóviles, pero nunca pensé llegar a esto. Este auto es una aventura como cualquier otra. Como la que, a los 19 años, decidí emprender con un amigo, abandonando el cuarto año en el nacional de San Isidro. Mi amigo es Heriberto Becker, y me dijo que sí cuando le propuse ir a la Patagonia a trabajar en una estancia. Nos fuimos en el vapor Asturiano con $ 3.500 en el bolsillo. Nos pasamos 8 horas diarias señalando ovejas, haciendo rodeos, esquilando. Terminábamos sucios, llenos de sangre. Nos cansamos y nos fuimos a Chile. En la cordillera nos perdimos. Mi padre se enteró por "La Razón"; "Dos jóvenes raidistas se perdieron. Gendarmería los está buscando intensamente". En Chile estuve un año, también trabajando en la esquila. Creó que todas estas experiencias me sirvieron después. Es decir, aprendí a no tenerle miedo a las dificultades. Después, de vuelta en Buenos Aires, me casé y senté cabeza. No mucho, pero busqué un trabajo estable: entré como gerente de Ventas en una Concesionaria IKA de Constitución. Un tiempo después fundió y yo me quedé sin un peso. Hace siete años de esto. Entonces se me ocurrió otra idea loca: comprar esa misma concesionaria al dueño, que estaba sepultado de deudas. Te repito: no tenía un peso. Pero en marzo de 1964 James Mac Cloud me dijo que sí, tuvo confianza en mí y me dio la concesión. Mac Cloud es un hombre a quien no quiero olvidar nunca, nunca. Creo que sin ese primer acto suyo de fe nunca hubiera podido hacer un nombre serio en la industria automotriz, y menos llegar al Comahue. El Comahue. ..; no me dijiste si te gusta. ..
-Y..., sí..., gustar, me gusta..., pero, ¿no podríamos ir más lento?...
-Eh, no me digas que tenés miedo...; ya llegamos, no te aflijas, no pasa nada, es un auto seguro, muy seguro...; tenés que acostumbrarte no más...
La casa queda en las Lomas de San Isidro. Tiene robles, álamos plateados, alcanfores y olmos que dan sombra a la pileta de natación, a la casa baja y blanca, rodeada de galerías. En la casa está Sonia Ruiz Palmer, la mujer que se casó con Juan Carlos Lutteral hace 16 años, cuando él vendía fertilizantes en la zona de Cuyo. También están los hijos: Patricia (15), Juan Martín (13), Alejandra (12), el perro, Nicafé, y tres gatos. Buena parte de las cosas que hay en la casa -empezando por la casa misma- fueron diseñadas por el papá del Comahue, que parece hacer del buen gusto su única profesión. En algún rincón de su escritorio hay apuntes de un libro sobre investigación histórica que está preparando. Se llamará: "La culpa de todo la tienen los gallegos", o "Por qué somos así". Ni bien llega se lanza a la pileta: la natación le puede hacer perder los mejores programas del mundo. Yo me crié en Olivos, casi en el agua. Había un tipo, a quien todos nosotros llamábamos "El tiburón de Olivos", que me llevaba en su canoa y me largaba en medio del río. Ahí me dejaba y me decía: "Ahora volvé". Yo tenía 12 años y él se llamaba Valerga Curel.
Fue quizá en esa época que empezó a jugar al rugby en Olivos Rugby, un poco porque todos los amigos lo hacían, otro poco porque estaba de moda. Dejó a los 18 años, accidentado. Después entró en el análisis. "Soy un poco pionero del análisis. Hace 10 años que voy. Para mí ya es una rutina como ir a los baños turcos, lo necesito para vivir. Vivimos rodeados de tensiones y no es fácil. Quiero decir, a cada momento te dan bofetadas, y sí no hacés cosas "te morfan". El análisis me tranquiliza...”
No fuma ni pierde jamás el buen humor. Tampoco jamás descansa: siempre está pensando en cosas nuevas, se entusiasma con ideas y proyectos. "Hay que ir para adelante, siempre para adelante..." Es muy fácil darle menos edad, y sin embargo sus 39 años fueron bien aprovechados. Casi podría ser un ejemplo si no fuera porque él le resta toda importancia al asunto, y bromea. Bromea siempre.
Como las deudas eran muchas, tomé un abogado joven, Oscar Silvetti, recién recibido, para que me atendiera los 35 juicios laborales que había en la concesionaria por falta de pagos. Había más de 28 millones de deudas. Yo la compré con seis millones y salí a flote. Pero fue duro, muy duro. Hasta que en 1967 apareció el Torino. Enseguida que lo vi quedé impactado. Me dije: "Acá está la base para hacer el auto deportivo de tipo internacional". Es como si en mis manos hubiera caído un pura sangre, y fue ahí donde empecé a madurar la idea de hacer carrocerías especiales. Para experimentar formé un equipo de competición que fue el más exitoso de 1967. Lo componían Larry, Rodriguez Canedo y José Manzano. Empecé carrozando uno solo de los autos con esta cola de diseño aerodinámico. Quise experimentar, y como no tenía dinero para poner un departamento de experimentación hice la prueba así. Esa cola, ¿sabés?, agiliza mucho al auto, le permite dar 10 Km. más de velocidad. En 1968 me fui a Italia con Fangio, y allí me presentó a los mejores carroceros italianos: Pininfarina, Bertone, Ghia. Todos viven en los alrededores de Módena, son los carroceros más famosos del mundo. Los llaman "los modistas del automóvil" porque realmente visten al auto. Lo que vi allá no era muy diferente de lo que yo ya llevaba en la cabeza. Sólo me sorprendieron los galpones pequeños en que construyen esas maravillas: no más de 30 obreros. y al año siguiente volví otra vez, y también fui a Inglaterra, donde conseguí la representación para la Argentina de un equipo especial de inyección para el motor. Tuve que mandar un motor Torino y dejarlo allá seis meses. Todo esto lo hice sin dinero. Llenándome de deudas. Y así fue como empecé a fabricar los Comahue. El primero, de color rojo-bordó, se lo vendí al doctor Ricardo Almasqué Dedeu, que ya me compró el segundo Comahue. Era muy diferente de los de ahora. Lo único que tenía igual era la cola. .. Pero fue una aventura. Una aventura que salió bien.
Nuevamente estamos ahora en el auto Que vuela. Es cierto, Lutteral tenía razón: Hay que acostumbrarse, no demasiado, claro, porque después hay Que tener 5 millones para no perder esta costumbre. Cinco millones sin esas pequeñas extras como aire acondicionado, televisor, etc. Una, que sigue haciéndose la entendida, pregunta como al descuido: " ¿y gasta mucha nafta?" Después una se da cuenta: es como preguntarle Onassis si toma colectivo. Pero Lutteral no se inmuta. Responde con seriedad: "Yendo a 140 kph de velocidad da 140 km con 20 litros. Yendo a 180 kph da 100 km con 20 litros". Una está a punto de preguntarle cuánto gasta yendo a 235 kph, pero se detiene a tiempo. Por ahí se acuerda y. .., zas. .., otra vez volando, viendo puntitos que se esfuman, esas cosas...
Minutos después llegamos a la concesionaria. Ahí se encuentra con Silvetti, que ahora es socio suyo en la empresa. Recuerdan viejos tiempos y también se emocionan: en los fondos todavía está el "Club Torino", ahora abandonado y cubierto de polvo, donde alguna vez estuvo Fangio comiendo asado, o Cupeiro, o Di Palma, o Perkins, o Pairetti, donde alguna vez se organizó la ida a Nürburgring, a donde se quedaban hasta las madrugadas de los sábados escuchando los tangos de Enrique Dumas (poseedor de un Comahue) para partir de ahí, todos juntos, a la carrera de Olavarria, o de Pehuajó. El cartel de la pared, que Lutteral lee en voz alta, lo hace lagrimear: .”Para todos aquellos que aprecian cosas bien hechas, / que persigan la excelencia mecánica, / que exijan el buen gusto y la sobriedad, / que amen las altas performances..." Después, para disimular, dirá que ya no hay tiempo para esa bohemia, que las responsabilidades son muchas, pero que ese tiempo era el de mayor fervor tuerca. Un fervor tuerca que seguramente Juan Carlos Lutteral no ha perdido...
Este auto, ¿sabés? , el Comahue, creo que es una negación a todo lo que hay de feo y de pesimista en la vida. Es un alarido de color, de forma, de belleza. Perdoná. Vos creerás que exagero, pero cada día estoy más orgulloso de mi creación. Claro que no me detendré. Ya tengo en mente un auto todavía más loco, es decir, más bajo, más ancho. Cuando yo saqué el Comahue, con Silvetti nos preguntábamos quién podría comprarlo, a quién le podía interesar. Llegamos a la conclusión que podrían ser estancieros o industriales a quienes les gusta ir fuerte. No nos equivocamos: los estancieros son mayoría, pero no los únicos. También hay muchos médicos. Y es lógico: el médico es un hombre que está cargado de tensiones, y el auto es para ellos una compensación a tanto mal. Eso también ocurre en Europa. Pero además hay señoras de más de 50 años que lo tienen, y Monzón, y Locche, y Roberto Galán. Ahora, justamente, el Comahue número 300 se va a Europa con su dueño, el doctor Arturo D'Elia, que allá tiene también un Mercedes Benz. Después tengo clientas como la señora Marian Lindeman, sueca, que vive seis meses allá y seis meses acá. Me lo pidió azul con tapizado gris perla. El azul es porque combina con el color de sus ojos. Hay quien me lo pide con un tapizado especial, como ése que me lo pidió con piel de cebra, tipo sultán. El Comahue es el único auto que tiene precio internacional. Aunque parezca una paradoja es el auto argentino más caro, y sin embargo el que está realmente en precio. Un Comahue vale aquí 5.000 dólares. En los Estados Unidos y en Europa un auto con carrocería especial empieza por los 8.000 dólares, sin hablar de una Maserattí o una Ferrari, que salen 15.000 ó 20.000 dólares. Yo creo que hacer acá estos autos es tener fe en el país. Sí tuviera 20 años no elegiría esta profesión, habría hecho algo como político. Ya soy viejo, tengo 39 años y demasiados compromisos, ya tengo el cinturón de gravedad puesto. Los muy jóvenes son los que ahora pueden largar todo y emprender la tarea de mártires. Yo tengo una familia. Pero hacer lo que yo hago, es también tener fe en el país. No en los argentinos, sino en el país. Los argentinos tienen todavía mucho resentimiento, introversión para comunicarse, miedo a hacer. Tengo fe en un nuevo tipo de argentino que va a nacer, aunque algunos embriones ya andan por ahí. .., es cuestión de creer, como yo creí alguna vez, cuando no tenía dinero y todo era una quimera. Pero eso que te dije de ir para adelante me ayudó, me ayudó siempre... y volvería otra vez a hacerlo. Mejor dicho, lo voy a hacer mil veces más. Alguna vez no embocaré en el balero..., pero intentaré hasta lograrlo. Si hace siete años me hubieras dicho que yo iba a ser dueño de todo esto me hubiera reído de tu ingenuidad..., y ahora quiero llegar a hacer de la Argentina la Módena de América latina. Eh, hace un buen rato no me decís nada de la velocidad. .., ¿qué pasa?
Como los elementales galpones de Módena, éste también tiene sólo 30 obreros y techo de cinc y paredes de ladrillos cubiertas de cal, y es muy humilde. Pero ahí, alineados, están 10 Comahues que son un alarido de color, de forma, de belleza. los 30 obreros trabajan en ellos como si fueran obras de arte. Trabajan como verdaderos artesanos. Salen 15 maravillas como ésta por mes. Dentro de un tiempo serán 30 ó 60 ó 1.000, no sé.
Cuando Juan Carlos Lutteral recorre la hilera y mira a sus hijos, y nota, a simple ojo, la milésima diferencia en una línea, en un color, en una terminación, no está sino repitiendo lo que viene haciendo desde hace siete años. Lo extraño no es que lo haga, sino que lo haga con idéntica emoción, con parecido entusiasmo. Ahora que podría dedicarse a trepar en uno de ellos y volar, volar, volar...
-Lutteral, cuando regresemos..., quiero decir, cuando nos lleves de vuelta a la redacción, ¿podrías ir otra vez a 235, prendernos el televisor y el aire acondicionado y el estéreo? ¿Podríamos tomar un coñac? Es la última vez: no hay peligro de que nos acostumbremos...
Juan Carlos Lutteral, con sus 39 años bien aprovechados, sonríe, nos palmea, nos ofrece manejarlo a nosotros. Carreño dice: no. Yo digo: no, y arrancamos. Estoy segura de que el niño sabe que el que lo maneja es su papá. Por eso vuela tan lindo...
RENEE SAlLAS Fotos: Ernesto Carreño